sábado, 24 de octubre de 2009

I love this game IV: Hace más el que quiere que el que puede

Pero si además de querer, puedes, eres una auténtica bomba de relojería. Que se lo pregunten a Carmelo Anthony. Esto viene a la siguiente noticia que leí hoy en Marca.com:
El alero de origen portorriqueño se puso a plan con Gunnar Peterson, famoso por mantener en forma a multitud de famosas, y ha sido un milagro. Actuaciones como la de 45 puntos en 24 minutos prueban su transformación: promedia 22,8 puntos ¡en 22,8 minutos! esta pretemporada.
Mucho cuidado con este nuevo Carmelo, que parece más maduro e implicado en el perfeccionamiento de su juego y técnica.

Esto también me lleva a recordar mi etapa en USA durante 2 semanas en un campus. Allí la filosofía no era encontrar el talento, sino trabajarlo. Todo viene dado por el trabajo. Y me lo demostró un invitado de la universidad de Wyoming. Quizá piense que hizo en vano muchas de sus visitas a estos campues en busca de talentos deportivos, aunque suene paradójico. Quizá nadie de los 600 chavales que estábamos escuchándole, y menos aún los 8 españoles, se quedaron con algo de lo que dijo. Por suerte para mí, fui una excepción en ese grupo que ojalá fuese más reducido. Y es que este coach consiguió transmitirme dos de las principales cosas con las que me he quedado de esa genial experiencia.
Que todo se consigue trabajando lo habrían repetido los Wooten (entrenadores jefes del campus, el padre está en Hall Of Fame de la NBA) más de cien veces en las 2 semanas. Pero no me habían dado un ejemplo. Sin embargo, este orador nos contó una experiencia que a él mismo se le quedó grabada.
Al final de la temporada, todo el mundo hablaba del 5º título de los Chicago Bulls de Jordan. Por ir a visitar a un viejo amigo, hice una escala en North Carloina. Cuando pudimos charlar más en privado, tras hablar sobre nuestras respectivas vivencias y andanzas desde la última vez, me subió en su coche. Me llevó hasta unas canchas de entrenamiento y gimnasios de la UNC. Al bajar del coche sólo se oían las clásicas pisadas de alguien que está practicando un deporte sobre parquet, esos "chirridos" y cómo botaba una pelota y se mecía una red. Abrí la puerta. Mis ojos creyeron ver una ilusión. El pentacampeón del anillo (de aquella), declarado abiertamente por todos como el mejor jugador de la historia y del mundo estaba allí, un caluroso día de junio, sudoroso y perceptiblemente cansado. Tirando como si cada tiro que lanzase fuera un reedición de "The Shot". Nos acercamos. Hizo un parón y nos estrechó la mano. En ese momento no se me ocurrió otra cosa que preguntarle: "¿Por qué estás aquí, machacándote, si eres el mejor, tienes el mundo a tus pies y eres el ejemplo a seguir?" Y me respondió Jordan. Un verdadero campeón. Se lo merecía. Es algo que nunca olvidaré. Me dijo: "Todavía tiro mejor cuando salgo hacia la derecha que cuando salgo hacia la izquierda". Y siguió repitiendo esa salida directa, bote y tiro en suspensión. Por eso era el mejor.

A partir de ese momento ví a Jordan como una verdadera leyenda viva. Y al menos, consiguió que un entrenador de la universidad de Wyoming quedase impactado para toda la vida. Y al menos, este special guest tuvo un oyente en el que marcó tanto como él fue marcado por el genio. Por eso yo creo que ese viaje quizá no fuera en vano.

(La historia del entrenador no es textual excepto lo más importante y las intervenciones; ha sido adornado para ser más artístico)

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