Unas 16 horas después del primer entrenamiento, la acción vuelve a esta concentración. Cambio de escenario, pero no de protagonistas. Inclyuendo el esfuerzo, el cansancio, las riñas, la tensión, los golpes y, por supuesto, jugadores y entrenador. Y es que ante las "escasas" 12 plazas que quedarán después del último descarte, todos ponen el 1000% en la pista. Se muestran como mejor lo saben hacer. Se cometen errores, pero no hay tiempo para lamentarse.
El calentamiento es calcado al anterior: Unos ejercicios de carrera y tiro. Con ellos se hace la base de los siguientes bloques de entrenamiento.
Estiran, de nuevo cada uno a su ritmo. No hay tiempo para hacer filas o elegir una persona que dirija al resto. En estos niveles se supone que cada persona sabe qué tiene que estirar más o menos.
Empieza la acción real. Trabajo de uno contra uno. Es un ejercicio base, sobre él se trabaja la misma situación pero en 2x2. Más tarde se añade al tercero y se toma una situación real de partido.
Todo lo realizado hasta el momento se plasma en el momento cumbre del entrenamiento: El partidillo. Hay que arriesgar. Aún así, las cosas salen bien, se nota que se intenta dar lo mejor de cada uno. El seleccionador hace constantes interrupciones, hablando sobre temas del juego y futuras jugadas y modos de encarar una situación. La pena es que se queden cosas sin trabajar más a fondo por el exceso de gente. Ese tipo de medidas harían un juego más enriquecedor y daría más recursos a los jugadores para exhibirse.
Al final, todos los golpes, caídas, esfuerzos, errores, no habrán sido en vano para algunos. Otros no se lo tomarán así y verán esto como una pérdida de tiempo o una decepción. Hasta el momento de la elección no hay nada dicho. Sigue la guerra.
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