domingo, 30 de junio de 2013

As restless as we are, in the land of a thousand guilts

El concepto de fin es algo curioso. Definitivo; no siempre. Relativo; como norma general. Mira a Sócrates, ha venido con las pilas cargadas. Al fin y al cabo, el fin no deja de ser transitivo, pasa de un lugar a otro, de una situación a otra. En un momento puede aparecer y llegar. Estrella fugaz y disparo letal fundidos en un mismo momento de malentendido.

¿Y por qué? ¿Por qué hoy? Será por aquello de poner punto y seguido. Oh, qué bonito, digno de una canción de Fran Perea. Pues no. Sí, echaré de menos. Sí, quiero volver ya. Sí, suena muy bonito. Pero es más por la incertidumbre. Y mira tú que eso, en el fondo suele molar. Porque lo cambiante de tu vida es lo que la hace rica y divertida, peligrosa y aterradora. Porque el tener hoy dé más miedo que el perder mañana.

Un cuerpo atado a una cadena cuyos eslabones nacen de las trenzas de imágenes de las niñas que se reían de los chavales con pecas que no comían bocadillos de atún con mayonesa en el recreo. I used to dream of oceans and streams. Supongo que ahora ya no sueño más, y solo vienen esas imágenes sin sentido, productos artificiales. Mi mente no es traicionera. Ni la tuya tampoco. Pero cuando vuela, le gusta hacerlo bajo y con los ojos cerrados. 

Días sin inspiración como este... o en los que tampoco se necesita, por que se lleva dentro. Hay que joderse. Probablemente sea el más glorioso. Está bien. Hay frases que solo apetecen decir con el alma... Hey, lil' troublemaker. Tienen la extraña propiedad de atrapar toda la ñoñería y debilidad del mundo. Pero te hacen más hombre que ninguna. Aunque sea por una posibilidad, por un sueño, por un anhelo, por una imagen, por una niña que se reía de los chavales con pecas que habían empezado a tomar bocadillos de atún aparentemente sin motivo, porque estaban malos. Aunque sea por una metáfora, un cigarrillo y un camisón por encima de la rodilla.


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