Quizá sea una quimera, pero al menos yo sentí grandeza, y mucha, mucha ilusión. Por fin tanto sacrificio se veía plasmado en algo tangible. Y encima me entraban. En apenas una hora acabamos. Y llegada al hotel. A conocer a nuestros vecinos cántabros, gallegos o vascos. Cántabros finalmente. A cenar, y a descansar del viaje.
A la día siguiente, el equipo podía elegir entre quedarse la mañana en el hotel, o ir a ver el partido Aragón - La Rioja, el enfrentamiento de sus próximos rivales. Incomprensiblemente salió elegido la monotonía del hotel. Después de horas de desperdicio, la pereza se reflejaba en sus semblantes minutos antes de partir. Menos mal que la cosa cambiaría.
El anfitrión. Sabíamos sus puntos fuertes. No parecían tener desventaja en nada. Como muy bien ilustró nuestro entrenador: "En Asturias somos los más bajos, los más pringaos y los más feos". Y no se eqiuvocaba. No había comparación en nuestra rueda de calentamiento. Y dimos gracias a que esto no influye en el resultado final.
En nigún momento pareció que ambos equipos pudieran luchar en igualdad de condiciones. La afición superaba en número y entusiamo a los locales, así como en juego, banquillo y ganas. 81-38. Los datos hablan por sí solos.
Sin embargo no todo fue malo, al menos para mí. Debut. Significa bastante más de lo que contempla el diccionario. Implica nervios, tensión, apoyo, presión, responsabilidad, disfrute, más presión, orgullo o decepción, crítica, calor, recompensa. Casi 15 minutos, ni en el mejor de mis sueños llegaría a tanto. Hasta valoración positiva. ¿Sabor agridulce? Habíamos perdido. Never mind. Sabor...digno de una delicatessen de Adrià.
Merecida y reparadora ducha para unos guerreros que lo intentaron como pudieron. Breve charla para asimilar lo que habíamos presenciado desde dentro e intentar mejorar de cara a futuros "combates". Nuevamente hotel y descanso. En menos de 24 horas se lo juegan todo, casi a una carta. Mejorar el registro del año pasado o quedarse en la más que acostumbrada -y entendible y aceptada- mediocridad de los equipos de nuestra pequeña Comunidad.
La Rioja. Equipo de características parecidas. A primera vista asequible, si pudiesemos mirar con ojos "de grande", pero desde el humilde puestecito de observación asturiano, lo miramos con lupa y ojos soñadores. Por una parte, todos sabíamos que sería duro, que nos costaría arrancar, que no iban a dar nada por perdido antes de empezar, pero ellos podían estar seguros de que nosotros pensaríamos igual. La motivación de mejorar el antiguo registro quizá nos dio alas. O puede que simplemente fuesemos algo mejor que ellos. Claramente fue mi peor partido, lo cual empañó la euforia por la victoria. Al final fue hasta un poco holgada. Desgracidamente, mi carácter me hace castigarme demasiado en ocasiones, y hasta que se me pasó el enfado por mi caótica actuación, no me di cuenta realmente. Tampoco era tan trascendente, de momento.
Otra tarde de Ps3 -sí, es casi el único entretenimiento de los jugadores durante las "concentraciones"-. A todo esto, era día de Reyes, y personalmente y a pesar de la derrota, el quedar con un puesto 14 casi asegurado era el mejor de los regalos. Con motivo de la festividad, nos dejaron a los que quisimos hacer compañía a nuestras familias. Cualquier cosa con tal de dejar atrás por un día la comida de hotel, y aprovechar para conocer un poco de la cuidad. Sinceramente, lo agradecí. Es verdad que apenas fueron 4 horas, pero siempre está bien salirse de la rutina, aunque sea tan atípica y tan corta hasta ese momento.
El día siguiente, era crucial, pero se tomaba un poco a la ligera entre los componentes de la selección. Un rival, Ceuta. Que había que superar si se quería hacer realidad ese idealizado 14º puesto. Suena pobre, pero era todo un reto para ellos. Como se dice, no hay enemigo pequeño. Por eso, cuando el partido empezó a las 12, nada había cambiado respecto a los partidos anteriores.
Personalmente tenía grandes ilusiones puestas en ese encuentro. En principio era el rival más asequible. Y era mi hora. Reinvindicarme en el puesto. Demostrar lo que me había hecho estar ahí. Sacarme la espina del último día. Darme un gustazo. Agradecer el apoyo brindado desde la grada. Y acabé satisfecho.
El partido fue distinto. Embarullado, duro, con poca historia y ciencia. A Asturias le costó despertar y despegarse en el marcador. Pero finalmente acabó imponiéndose por pura calidad y ritmo.
Quizá suene "materialista", pero al final lo que se ve desde fuera no son ni las asistencias, ni la buena defensa, ni la organización de juego. Los puntos son los que realmente cuentan. Tanto para la afición como para el marcador. Por eso disfruté como un enano al meter 2 triples y una canasta de dos. Además tampoco había destacado por mis imprecisiones. No estaba pletórico, simplemente con la sensación tan reconfortante de satisfacción. Necesitaba algo así, algo que diese el empujón definitivo a la confianza personal.
Tiempo, tiempo, tiempo...Que pasa demasiado lento en ocasiones. Las tardes interminables de hotel hacían mella en ciertos sectores del equipo. Algunos estaban ocupados intentando ligar con personal cántabro, otros dejándose la vista ante el televisor, otros descargando la batería de sus iPods...Fianlamente concluyeron en que era necesario ir a por "provisiones", y realizaron una pequeña excursión a un quiosco cercano (dentro de la estación). Otra insípida cena y a la cama.
El día siguiente era superfluo, o al menos eso me pareció a mí. Sin nada que hacer, se canceló el entrenamiento programado para la mañana y solo nos quedó la monotonía del infinito pasillo del hotel. Al menos por la tarde pudimos volver a sentir ese frío cortante digno de un enero aragonés. Un Catalunya - Castilla y León realmente interesante, con jugadores de primer nivel (Albert Homs ya ha debutado en ACB) y mucha emoción...hasta el descanso. Esa magia contenida en el segundo pabellón del Siglo XXI, se vio reemplazada por la pasmosa actividad de un partido infantil feminino. Una pena. Aún así, no me quejo de la tarde. Todo fuera por salir del hotel.
Día 9. Día D. Dónde se lo jugaban todo por lo que habían luchado. Podían darle millones de nombres, pero todos reflejarían la misma realidad. Los deberes estaban hechos, pero...¿por qué no soñar más allá? Nadie se conformaría con un puesto pudiendo optar al superior y sin perder el inferior. Lo mismo pensarían sus adversarios, Navarra.
Ante todo, he de decir que llegados a este punto, con mis objetivos cumplidos, poco me importaba quedar en el puesto 13 o 14. Era un partido para disfrutar. Más allá de los cinco minutos que jugué (incluido 1 segundo y 7 décimas en la primera parte) y el triple que metí (del que aún me siento orgulloso). Puede que no tanto en la cancha, pero tras el partido sentí un lleno en mi interior, dejando atrás el sabor agridulce de una derrota que podríamos haber evitado. Una experiencia más en mi haber. Y realmente pienso que la experiencia es un grado.
Después de esta amarga derrota contra Navarra, la selección asturiana se encaminó al cercano pabellón Príncipe Felipe para presenciar la semifinal de la Copa de la Reina, entre el anfitrión y el Ros Casares. Las valencianas demostraron su superioridad ganando con solvencia a las mañicas. Amaya Valdemoro eclipsó cualquier buena actuación de sus compañeras o rivales con unos impresionantes 19 puntos en pocos minutos y con aparente poco esfuerzo. Está en otro nivel. Tras este espectáculo, la expedición se dirigió al hotel para tener un merecido descanso antes de otro interminable viaje de vuelta.
Hora de hacer balance. Muy positivo, sin duda. Algo que hay que vivir para saber qué es. No se trata de algo retratable mediante imágenes. Es ampliar tu percepción de lo pequeño que se es. Es admirar y maravillarte con otros, hacerte partícipe de sus éxitos. Es desear llegar a tanto. Es sentirse reconocido. Es poder contar lo que solo unos pocos podrán contar, y es, sobre todo, disfrutar de algo único e irrepetible.
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